Para mi madre...

Después de mil reproches

y de juzgarte tanto

cuando la vida habla, nos enseña bien

Dos años después de tu eterna partida,

cuando esta mañana me miré al espejo

en vez de mi cara

tu reflejo yo ví.

 

Eran tus canas, tu risa, tu mirada

Quién soy yo entonces

sino un poco de eso que tanto juzgué

Que suerte la mía que al fin comprendí

Que el árbol más viejo

es el que da más sombra

Que las raices más profundas

son las que viven mil años

Que lo que se transmite

no queda en el aire

 

Pero no te vayas, déjame decirte

Que cuando te culpaba de todo

Yo no sabía

No sabía que cada arruga

es un dolor de madre

No sabía lo que había aquí adentro,

Que además de madre, eras una mujer

 

Aquella primavera que decidiste irte

Sentiste que era tiempo

de dejarnos volar

Déjame decirte, mamita querida

Que te equivocaste

y que mi egoismo de hija

no me dejó ver

la lección más importante

que al fin ahora comprendo

 

Que no somos quienes somos

porque venimos del aire

Sino porque alguien de su ombligo

nos dio de comer

Que el mundo da vueltas

y la historia se repite

 

Que cuando un hijo llora,

lloramos por dentro

Y cada frustración en ellos

se nos mete en la piel

 

Déjame decirte

que despúes de cuatro décadas

Siento que me hace falta sombra

para tapar el sol

Esa sombra tibia

de ese árbol fértil

de mil otoños

y siempre de pie.

 

Déjame que te diga

Y que le pida a tu Dios

Que no permita que mis hijos

esperen  que me vaya

Para verse un día en el espejo...

Y comprenderlo todo

 

Sabía que eras madre

No entendí que sobre todo eras una maravillosa y simple

Mujer

 

Laura Carlsson

Octubre 2003

Maria Elena Luna Alurralde

Volver